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Diez
millones de personas podrían tener dificultades con el agua en el
futuro, si continúa el deterioro de cinco páramos, que abastecen de
agua a parte del centro del país.
Así lo aseguran los especialistas, quienes advierten que la tala, la
quema, el aprovechamiento indiscriminado de la flora y la fauna
silvestres, cultivos (principalmente de papa), ganado y las
explotaciones mineras, que son las mayores amenazas de estas reservas,
han seguido en constante crecimiento.
A esto se suma el calentamiento global, con sus graves efectos en la
flora y la fauna de estos reguladores de agua, muchos de los cuales se
ubican en Cundinamarca.
De los 1’700.000 hectáreas de páramo que se calcula hay en el país, Cundinamarca tiene cerca de 386 mil.
Y aunque el 45% de esa área está protegida, Víctor Vásquez, ex
director de Áreas Protegidas de la ONG Conservación Internacional (CI),
considera que esa protección sólo es "en el papel" (en las normas), porque no "lo están verdaderamente".
Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), en el
departamento hay cinco grandes complejos de páramo (Chingaza, Guerrero,
Rabanal, Sumapaz-Cruz Verde y Nacimiento del río Bogotá), la mayoría
compartidos con otros departamentos.
Aproximadamente, el 70% de la población de la región andina toma el
agua de los páramos. De ahí su importancia para la sociedad y para la
economía.
Guerrero sobrevive a minería y agrotóxicos
Las cerca de 39.240 hectáreas que ocupa este complejo en el norte
del departamento están bajo amenaza por causa de la minería y de los
productos químicos que se utilizan en los cultivos.
Este territorio, que abastece de agua a la represa del Neusa y a los
acueductos de Zipaquirá, Cogua y Tausa y parte de Bogotá, se extiende
entre las localidades de Socotá, Santuario y Colorado, los páramos de
Napa, Alto, Guargua y laguna Verde, los altos de La Mina y El Muchacho
y cuchilla El Tablazo, así como las zonas altas de Carmen de Carupa,
Tausa, Zipaquirá, Subachoque, Cogua, Pacho, San Cayetano y Susa.
El páramo conforma una extensa zona de recarga de acuíferos, que
alimentan el subsuelo del Valle de Ubaté y el norte de la sabana de
Bogotá.
Sólo en el páramo de Guerrero, que hace parte de este complejo y que
fue declarado reserva natural, hay, según Conservación Internacional,
102 familias, 194 géneros y 376 especies de plantas, cuatro especies
endémicas regionales de frailejón, 98 especies de aves, 21 de
mamíferos, ocho de anfibios, incluida una nueva especie de rana
endémica local, y siete de reptiles.
En Guerrero, la minería, con la que se hacen perforaciones de la
tierra y un drenaje constante de los terrenos, repercute directamente
en el régimen hídrico de la zona.
Cultivos y ganadería se toman Sumapaz - Cruz Verde
La expansión de cultivos, principalmente de papa, el aumento de
población por el desplazamiento forzado y los problemas de orden
público son las amenazas que enfrenta el complejo de Cruz Verde-Sumapaz.
El proyecto Páramo Andino del Instituto Alexánder von Humboldt
identificó que el grado de alteración del complejo llega a un poco más
del 15%. Más de 45 mil hectáreas se encuentran en cultivos, pastos para
ganadería o vegetación secundaria.
"Esto se incrementa en las zonas de las localidades de Usme y
Ciudad Bolívar, de Bogotá, y Pasca y Choachí, en Cundinamarca, donde
los cultivos de papa y la ganadería de leche son las principales
actividades económicas", indica el estudio.
Víctor Vásquez señala que, aunque se ha hecho una declaratoria de
áreas protegidas en buena parte de este territorio (el área de
conservación es de 154 mil hectáreas, declarada como Parque Nacional
Natural de Sumapaz), lo que se estaba explotando antes de la
declaratoria sigue siendo problemático.
"Si son predios grandes, se arriendan a externos sin ningún
control, por ejemplo. No se han generado buenos instrumentos económicos
para incentivar la conservación y ese es un gran limitante", indica Vásquez.
Y si se acaba, ¿qué?
De acuerdo con el instituto Humboldt, la localización de este
complejo constituye la línea divisoria entre aguas de la vertiente
oriental de la cordillera Oriental, que van hacia los Llanos
Orientales, y la vertiente occidental, que va hacia el valle del río
Magdalena.
Hacen parte de este complejo algunas de las cuencas de los ríos Bogotá, Sumapaz, Duda, Guayabero, Ariari y Negro.
"Posee una importancia hidrológica para la región, no sólo por la
multitud de lagunas naturales que contiene (más de 20 reconocidas por
el Ideam), sino también por los embalses de Chisacá y La Regadera, que
abastecen al Distrito Capital", indica el instituto.
Al departamento le corresponden 75.804 hectáreas (42,5%) de este
complejo, que abarca sectores de seis municipios (Soacha, Pasca,
Arbeláez, San Bernardo, Venecia y Cabrera) y tres localidades de Bogotá
(Usme, Ciudad Bolívar y Sumapaz). Es compartido con Meta y Huila.
Chingaza está en riesgo
Aunque es considerado el páramo mejor conservado del departamento,
pues buena parte de los terrenos pertenecen al Acueducto de Bogotá,
Chingaza también está en riesgo.
"Sorprende ir a Chingaza y encontrar letreros de ’cuidado con el
ganado’, cuando debería estar dedicado exclusivamente a la conservación", dice Víctor Vásquez.
Según la información del instituto Humboldt, en general, el grado de
transformación de este complejo es bajo (6% del total del páramo), pero
ha habido intervenciones con pastos para ganadería de leche y de
cultivos, especialmente de papa.
Allí, también hay proyectos que impactan el ecosistema, como el de
la hidroeléctrica del Guavio y el sistema Chingaza del Acueducto de
Bogotá, que aporta el 80% del agua a la capital y a varios municipios
de la sabana.
El Acueducto tiene programado, para el 2015, construir una nueva
represa, Chingaza II, para garantizar el total abastecimiento a Bogotá,
que retendría el agua del caudal del río Guatiquía. Sin embargo, esta
obra ha sido motivo de una extensa polémica.
Chingaza es la despensa de agua de Bogotá y del departamento y por
eso es importante conservarla. De ahí que la idea de hacer más embalses
haya sido criticada por algunos técnicos. Además, en los Llanos
reclaman que con Chingaza II, al dirigir el agua a Bogotá, se les
quitaría a ellos el recurso hídrico.
El páramo de Chingaza se encuentra en jurisdicción de los municipios
de Fómeque, Guasca, Junín, La Calera y Guatavita, en Cundinamarca, y de
El Calvario y San Juanito, en el Meta.
Rabanal muere por la falta de regulación
La minería es la principal amenaza de este complejo de páramo
(compartido con Boyacá), que abarca en Cundinamarca los municipios de
Guachetá, Lenguazaque y Villapinzón.
"Es importante saber que el páramo de Rabanal está en inminente
peligro, si se tiene en cuenta que los precios del carbón están
aumentando cada día y entre el 2001 y el 2008 la demanda del carbón y
coque se incrementó cerca del 300%", dice el estudio del Proyecto Páramo Andino.
"Es evidente que la minería es una de las actividades que más
afectan al páramo, pero hasta hace poco era casi nada lo que se podía
hacer (podía funcionar sin licencia ambiental). Algunas empresas,
manejadas por grandes o por pequeños mineros ilegales, son muy
difíciles de manejar", añade Carlos Tapia, director del proyecto.
"El conflicto es fuerte porque la minería es una fuente de
riqueza e ingresos fiscales. El Ministerio de Ambiente trata de regular
y las corporaciones hacen lo mejor posible, pero es complicado por la
dinámica económica", añade.
Según esta organización, Rabanal forma parte de los páramos más
importantes del país, reconocido por la diversidad biológica, por el
importante aporte hídrico que surte a gran parte de la región y tiene
uno de los complejos carboníferos más importantes del territorio
colombiano.
Allí se ubican varios embalses, que aportan agua a los municipios
vecinos, y nacen quebradas que alimentan a 91 acueductos rurales y de
cabeceras municipales.
Contiene las estrellas hidrográficas regionales para recarga de acuíferos de la cuenca de los ríos Garagoa, Ráquira y Suárez.
Nacimiento del río Bogotá
Este páramo, de una extensión aproximada de 31.634 hectáreas
(compartidas entre la CAR y Corpochivor, en Boyacá) comprende en
Cundinamarca los municipios de Villapinzón, Chocontá y Machetá. Como su
nombre lo indica, es ahí donde nacen los ríos Bogotá y Machetá, que
surten al río Garagoa, fundamental en el desarrollo socioeconómico de
la sabana de Bogotá y de la hidroeléctrica de Chivor.
Existen ya zonas declaradas reservas forestales, como la Cuchilla El
Choque, en el municipio de Chocontá, Nacimiento del río Bogotá, en
Villapinzón, y la reserva forestal protectora El Frailejonal, en
Fómeque.
La CAR ha comprado terrenos para ampliar las zonas de reserva; sin
embargo, la conciliación con los habitantes del sector no ha sido
fácil, porque hay muchos cultivos de subsistencia, aseguran expertos.
Esta corporación ejecuta planes para la difusión de técnicas de
agricultura de conservación para una producción más limpia y ha
desarrollado procesos de fortalecimiento social de organizaciones para
la conservación del páramo.
Tomado de: http://prensarural.org/Compartir
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