En La Jagua de Ibirico, los ‘paras’ masacraron a 18 
agricultores, se apropiaron de tierras de muertos, con un notario y el 
Incoder, como cómplices y, luego se las vendieron a las multinacionales 
del carbón.
La estampida
En Mechoacán los muertos firmaron
“Si esa tierra no tiene esas minas, a nosotros no se nos hubiese 
hecho lo que nos hicieron”, dice Isabel López* bajo la débil sombra de 
un mango en el patio polvoriento de su casa en Bosconia, Cesar, donde 
llegó en 2004 huyendo de su vereda Mechoacán, en la Jagua de Ibirico, 
desplazada por los paramilitares.
El lamento  se repite en una 
casita del barrio de invasión 25 de diciembre, al pie de la pista del 
aeropuerto de Valledupar. Ahí, Ana Ramos*, que se amontona con 17 
familiares en dos cuartos, recuerda: “En 2002 salimos volados de El 
Prado en La Jagua, después de que los ‘paras’ mataron a 12 personas”.
Aunque
 Ana y María no se conocen, comparten la misma tragedia. En los años 
noventa, junto a decenas de familias, lograron que el Instituto 
Colombiano de la Reforma Agraria (Incora, ahora Incoder) les adjudicara 
parcelas en las veredas Mechoacán y El Prado de La Jagua de Ibirico, un 
municipio a 125 kilómetros al sur de Valledupar, al pie de la Serranía 
del Perijá.
“En 1990, por la falta de tierra y de oportunidades, 
nos juntamos con varios compañeros para invadir la hacienda Mechoacán en
 La Jagua“, le contó a VerdadAbierta.com Ulises Daza*, un campesino 
analfabeta que hoy sobrevive en Bosconia. Después de varios años de 
ocupación, el 3 de agosto de 1994 el Incora adquirió las 4.700 hectáreas
 de Mechoacán por 716 millones de pesos, que repartió entre 133 familias
 de campesinos sin tierra.
“Yo tenía una casa con techito de 
palma, cocina, teníamos carneros, gallinas. Sembrábamos yuca, patilla, 
naranjas, mandarinas, cocos, mango. Los palos de mango todavía están 
ahí, lo que ya no existe somos nosotros”, recuerda Manuel Hernández*, ex
 parcelero de Mechoacán.
Las adjudicaciones de El Prado tuvieron un origen distinto. 
En1996, 500 colonos colombianos casi crean un incidente diplomático con 
Venezuela. Tras 20 años de vida en los bosques de la Serranía del 
Perijá, la Guardia Nacional de Venezuela atacó y desalojó a más de 80 
familias que estaban desparramadas en finquitas cafeteras sobre la línea
 fronteriza.
Después de sobrevivir meses en la escuela de 
Victoria de San Isidro, un corregimiento de La Jagua, la tragedia de 
estos colonos se volvió casi un símbolo patrio y la gobernación del 
Cesar y el Incora los reubicaron en varios predios de la región.
El
 21 de mayo de 1997 el Incora compró en 910 millones de pesos la 
hacienda El Prado, en la Jagua de Ibirico, 1300 hectáreas que el 
Instituto les entregó a 51 familias.
“En 1999 el Incora nos mandó
 cartas donde consta que nos da la posesión de las tierras y nos declara
 sujetos de reforma agraria”, le dijo a VerdadAbierta.com uno de los 
desplazados de El Prado. Y agregó “cuando llegaron los ‘paras’, nos 
quitaron esas cartas, las quemaron”.
La estampida
Por esas tierras, en cuyas entrañas hay millones de toneladas de 
carbón, los paramilitares del Bloque Norte de Rodrigo Tovar Pupo, alias 
‘Jorge 40’, asesinaron a 18 campesinos, desplazaron a muchos más y 
arrasaron a las dos comunidades de Mechoacán y de El Prado.
“Los ‘paras’ crearon un ambiente de zozobra y terror generalizado para 
sacarlos y robarles las tierras” le dijo a VerdadAbierta.com un 
investigador judicial que lleva varios años siguiendo el caso de El 
Prado y Mechoacán.
El 19 de mayo de 2002 paramilitares del Bloque
 Norte entraron a El Prado. Llegaron a la Parcela 12 sacaron a culatazos
 a Jesús Eliécer Flórez Romero y a sus tres hijos Bladimir, Gustavo y 
Elyesil, éste último de 16 años. Secuestraron además a Edilberto 
Góngora, que visitaba la familia Flórez ese día.
La señora Margot
 Durán, la esposa de Jesús Eliécer Flórez, recordó: “Llegó un grupo de 
hombres a las 10 de la mañana. Se metieron a la casa y se los llevaron 
amarrados. No se identificaron pero en medio del susto les pude leer un 
brazalete que decía contraguerrilla”.  Ella nunca volvió a ver vivos a 
su marido y sus hijos. Tampoco ha encontrado sus cuerpos.
En 
entrevista con VerdadAbierta.com, Alcides Mattos Tabares, alias ‘El 
Samario’, uno de los jefes del Bloque Norte, aceptó que fue uno de los 
asesinos de la familia Flórez.   “Todo esto se hace por las tierras, que
 son ricas en carbón, esto genera mucho dinero, por esto viene todo este
 desplazamiento. Una tierra en conflicto no vale nada, donde hay 
muertos, desplazados, uno podía comprar la hectárea a 150 mil pesos”, 
dijo.
En una versión libre de noviembre de 2009, ‘El Samario’ 
también confesó la masacre. Según contó, el grupo de ‘paras’ salió de la
 finca El Carmen, de Hugues Rodríguez, que colinda con El Prado. ‘El 
Samario’ le explicó a la Fiscalía: “Ahí estábamos con ‘Tolemaida’ en una
 reunión con el abogado José Daza Ortiz. ‘Tolemaida’ les sacó 
información y yo maté a uno, él a dos y José Daza a dos más. Después los
 sacaron en un tractor y salieron con la retroexcavadora. Los 
desaparecieron, no sé donde fueron enterrados”. ‘Tolemaida’ es Oscar 
José Ospina Pacheco, mano derecha de ‘Jorge 40’.
En los meses 
siguientes los ‘paras asesinaron a siete parceleros más de El Prado: 
Orlando Arias, Edward Bernal, José Sarabia, Crisanto Quintero, Santiago 
Francisco Lindarte, Huber Meza y un señor llamado  Jimmy.
‘El 
Samario’ además le explicó a la Fiscalía que los crímenes eran ordenados
 por Hugues Rodríguez, el presunto ‘Barbie’ del Bloque Norte, un amigo 
de infancia de ‘Jorge 40’, y cuya hermana fue asesinada por las 
guerrillas. Hugues fue condenado en Colombia por el asesinato de la 
jueza de Becerril Marilys Hinojosa y que ahora está con libertad 
condicional en Estados Unidos, mientras negocia una condena por lavado 
de activos con la justicia de ese país.
‘El Samario’ también 
dijo: “En Justicia y Paz me enteré que estas tierras fueron entregadas a
 familiares del difunto ‘39’ . Me enteré de esto y que era porque Hugues
 (Rodríguez) quería expandir sus tierras, porque tenían carbón, de ahí 
es donde nace todo esto”. David Hernández Rojas era ‘39’, segundo al 
mando del Bloque Norte.
Hoy Hugues Rodríguez, sus familiares y la
 sociedad Inversiones Rodríguez Fuentes poseen cerca de ocho mil 
hectáreas, entre las que están las parcelas de los campesinos usurpados 
de El Prado y Mechoacán, sobre la mina de carbón El Descanso, una de 
las  más grandes de Sur América.
En Mechoacán también sacaron a 
los adjudicatarios del Incora a la fuerza. El 2 de agosto de 2004 
Enrique Sierra, alias ‘Peluca’, Adolfo Rada, alias ‘120’ y Erney 
Quintero, alias ‘80’, gatilleros del Bloque Norte, asesinaron a Luis 
Trespalacio Herrera, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de 
Mechoacán.
“Lucho Trespalacio era conocedor de los principios de 
la reforma agraria y defensor acérrimo de los campesinos” recuerda 
Isabel López* en su patio en Bosconia. Los ‘paras’ también mataron a 
Gabriel Cudri, miembro de la JAC de Mechoacán.
José Herrera*, 
desplazado de Mechoacán, recordó: “Desde el 99 empezaron a meterse 
grupos. Una noche mi hijo mayor les dijo que cómo así, que tanto 
habíamos luchado por las tierras y no se las íbamos a dar así. Me lo 
iban a matar, por eso me fui a Riohacha. Pero igual los ‘paras’ fueron 
allá y me lo mataron. Dijeron que fuera donde fuera, me lo mataban, 
porque no se dejó amedrentar de ellos. Y así hicieron con casi todos los
 que recibimos esta tierras”.
‘El Samario’ le dijo a 
VerdadAbierta.com que no estuvo en Mechoacán, pero que sabe que allá los
 asesinatos y el desplazamiento también fueron por el carbón.
¿Cómo se robaron las tierras en El Prado?
Sin embargo la maldición del carbón para los campesinos de Prado y de Mechoacán apenas empezaba.
Cómo
 la ley 160 prohíbe vender tierras de reforma agraria antes de doce 
años, los ‘paras’ desplazaron a sus dueños. Después del desplazamiento 
el Incoder (que reemplazó al Incora) constató que las tierras estaban 
abandonadas y se las entregó a otras personas.
Según consta en 
los folios de matricula inmobiliaria donde pocos meses después de las 
masacres y los desplazamiento, declara que estas tierras están en 
caducidad administrativa.
Según investigó la Fiscalía, en El 
Prado ,el Incoder le traspasó las Parcelas 6,9, 10, 45 y 48 a familiares
 de David Hernández, alias ‘39’, ex jefe del frente Cesar del Bloque 
Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y mano derecha de 
‘Jorge 40’, asesinado en 2004. Cuatro sobrinos de ‘39’ y la compañera de
 uno de ellos figuran como los dueños.
Los investigadores 
judiciales también determinaron que el Incoder le dio un tercio de los 
predios (17 parcelas)  a una sola familia, lo que está prohibido por ley
 y que, presuntamente con la complicidad de su  director de entonces, 
Carlos Eduardo Reyes Jiménez, el Incoder de Cesar le reconoció la 
posesión a los testaferros de los paramilitares. Estos testaferros 
después le vendieron sus terrenos a Prodeco, multinacional suiza de la 
minería, según constataron funcionarios de la Fiscalía.
Por el 
probable origen espurio de los títulos, la Fiscalía ordenó medidas 
cautelares sobre los predios. Además acusó de concierto para delinquir, 
extorsión y desplazamiento forzado a ‘39’, ‘Tolemaida’, ‘El Samario’, y 
al ex gerente regional del Incoder, Carlos Reyes. También solicitó 
abrirle investigación a otros funcionarios del Incoder: a Enrique 
Herrera Araujo, asesor de la gerencia, a Jairo Mesa Guerra, subgerente 
de promoción y a Alfonso Vidal Baute, director territorial del Incoder.
En Mechoacán los muertos firmaron
Para
 los campesinos de la vereda Mechoacán la venta de sus tierras fue aún 
más irregular. Cómo los parceleros llevaban más tiempo en sus tierras, 
ya tenían títulos de propiedad, por lo que los ‘paras’ y sus aliados, 
según lo determinó la Fiscalía,   tuvieron que recurrir al notario de 
Chiriguaná, Cesar, para falsificar las escrituras originales.
Tiberio
 Royero, el notario de Chiriguaná en la época y  Carlos Reyes Jiménez, 
gerente del Incoder de Cesar  aprobaron nuevos títulos, a todas luces 
fraudulentos. Así por ejemplo, ya muertos, varios parceleros de 
Mechoacán firmaron el presunto traspaso de sus escrituras. Es el caso de
 Esteban Muñoz, que falleció el 15 de agosto de 2006 y que firmó la 
escritura el 6 de septiembre de 2006, es decir tres semanas después de 
su deceso.
VerdadAbierta.com también encontró diversos documentos
 donde las cédulas de las personas que salen firmando no corresponden a 
la identificación real de los parceleros de Mechoacán.
Así mismo 
varios campesinos analfabetas se quejaron ante VerdadAbierta.com que el 
traspaso de sus lotes fue refrendado con firmas falsas. “Yo ni siquiera 
sé firmar. Mi papá sólo nos enseñó a echar machete y ahora mis 
escrituras salen con una firma perfecta”, explicó a VerdadAbierta.com 
Ignacio Zuleta*.
Hay que resaltar que en 2003 once campesinos 
dueños de Mechoacán ya estaban en el registro departamental de 
desplazados por la violencia, según consta en los archivos de Acción 
Social. De todos modos, el Incoder  decidió caducar la adjudicación de 
26 parcelas, entre las cuales había por lo menos dos que pertenecían a 
familias desplazadas a la fuerza, ya registradas. Así lo determinó el 
CTI. El Incoder tenía la obligación de tomar medidas cautelares sobre 
esos predios y evitar la venta. En vez de eso declaró que las tierras 
estaban abandonadas, lo que permitió el traspaso de los títulos.
Así,
 entre los nuevos propietarios de Mechoacán está Ana Alicia Quiroz 
Martínez, alcaldesa de La Jagua de Ibirico entre 1998 y 2000, condenada 
en 2009 a cuatro años de prisión por uso irregular dineros públicos. 
Según un documento de la Fiscalía tenía la parcela 36.
Otro 
político que se quedó con tierras fue Laureano Enrique Rincón Ortiz, 
alcalde de La Jagua electo en 2006, destituido en 2007 por la 
Procuraduría. Según consta en las matrículas inmobiliarias de Mechoacán,
 en 2006 Rincón aparece a la cabeza de la parcela 75.
A su vez 
Jorge Alberto López, parcelero original de Mechoacán, se vio favorecido 
con una entrega masiva de predios y terminó con más de diez parcelas en 
sus manos. La investigación judicial constató que él adquirió las 
parcelas 17, 74, 75, 50, 51, 53, 56 y 87, ya sea a su nombre o que “a 
través de personas interpuestas”.
Por las graves irregularidades 
el ex notario de Chiriguaná Tiberio Antonio Royero Rangel tiene medida 
de aseguramiento. Royero, declaró ante la justicia que no es responsable
 por el robo de tierras, pues lo hizo bajo la presión de los ‘paras’.
Según
 Royero, en enero de 2006, las autodefensas le advirtieron que tenía que
 firmar escrituras previamente elaboradas por Enrique Rincón (ex alcalde
 de La Jagua) y Rina Caicedo Duarte. El ex notario también señaló que 
Carlos Reyes, entonces gerente del Incoder Cesar, le dio dinero como 
“parte de pago de los derechos notariales e impuestos de las escrituras 
que se estaban elaborando”.
¿Quién tiene las tierras hoy en día?
Después
 de haberse tomado las tierras de Mechoacán y El Prado, los presuntos 
testaferros de los paramilitares y varios políticos negociaron los 
predios usurpados con las multinacionales Prodeco y Drummond. Hoy buena 
parte de esas tierras son devoradas por enormes volquetas y 
retroexcavadores gigantes que explotan el carbón. Las medidas de 
protección llegaron demasiado tarde, cuando algunos de estos predios ya 
estaban siendo explotados por las mineras.
En 1997 el Instituto 
Colombiano de Geología y Minería (Ingeominas) y Drummond firmaron un 
contrato para la exploración y explotación de El Descanso, con reservas 
aproximadas de 1.760 millones toneladas de carbón. Después de decenas 
estudios, en 2009 se iniciaron las primeras excavaciones. Además se 
prevé que debajo de las capas de carbón de El Descanso reposan millones 
de metros cúbicos de gas.
Como los recursos subterráneos son 
propiedad de la Nación, las compañías que obtienen las concesiones 
tienen que conciliar con los propietarios de los predios donde se 
encuentran las minas o de lo contrario serán expropiados.
Después
 de cancelar las adjudicaciones a los campesinos y los predios quedaron 
oficialmente baldíos,  el Incoder pactó con Prodeco y Drummond para 
entregárselos. Nelson Urbina, defensor de desplazados de El Prado 
resumió el despojo: “El Incoder les quita la posesión diciendo que se 
fueron voluntariamente, cuando ellos se fueron amenazados y se metieron 
otras personas y éstas negociaron con Prodeco. Los que vendieron no son 
los verdaderos dueños, los suplantaron, porque los verdaderos 
propietarios se fueron del Cesar”.
Según consta en documentos 
oficiales, de las 128 parcelas de la vereda Mechoacán, 124 están 
ocupadas por Drummond. La justicia tiene parte de estas tierras en 
extinción de dominio, y la carbonera estadounidense necesita comprarlas 
para seguir con la explotación de la mina.
En diversas 
oportunidades y a lo largo de varias semanas, VerdadAbierta.com intentó 
que voceros de la Drummond aportaran su versión de los hechos, y de si 
tenían o no conocimiento sobre el origen espurio de las tierras que 
compraron, pero no fue posible recibir respuesta.
El Prado fue 
comprado por Prodeco, compañía minera de la multinacional suiza 
Glencore. En un comunicado a la opinión pública de 2007,  Prodeco había 
informado que su empresa consiguió legítimamente los predios en la 
vereda, a través de una negociación con el Incoder. Explicó que el 
gobierno obligó la empresa a comprar los predios a 46 familias que 
tenían el título de propiedad e informó y que pagó por ellos en octubre 
de 2008 casi 4.000 millones de pesos. Y que enero de 2009 celebró con el
 Incoder un Contrato de Promesa de Permuta, donde el Instituto se 
comprometió a traspasarles la propiedad de El Prado.
En marzo de 
2010 la multinacional suiza empezó la explotación de El Prado. Sin 
embargo algunos desplazados ocuparon los predios. Por eso, según el 
comunicado, “Prodeco solicitó la ayuda e intervención de la fuerza 
pública para prevenir y garantizar la integridad de unos y otros”.
La
 multinacional concluyó que a pesar de haber invertido más de 7.000 
millones de pesos en El Prado, por las anomalías de Incoder no ha podido
 adquirir la totalidad de los predios, e invita las autoridades 
competentes a resolver la situación.
“Lo que es mío es mío”
En
 los últimos meses los propietarios originales de El Prado han 
denunciado la precaria situación en la que se encuentran.  El 14 de mayo
 de 2010 los campesinos se tomaron la sede del Incoder en Valledupar, 
que a sus ojos es el principal culpable del despojo, pues al declarar 
que los predios de El Prado y Mechoacán estaban abandonados permitió que
 pasaran a manos de testaferros de los ‘paras’.
Nelson Urbina, 
abogado de desplazados dijo: “Lo que queremos es que les den su 
propiedad a los legítimos dueños y que se beneficien si posteriormente 
la misma Prodeco o cualquier empresa minera está interesada en 
comprarles sus predios”.
Por eso la Procuraduría  abrió una 
investigación en julio de 2010 y solicitó crear una agencia especial que
 se ocupe del expediente e indague cuál fue el rol del Incoder en el 
despojo.
En los últimos meses las autoridades capturaron a José 
Ospino, alias ‘Tolemaida’, a Wilber Sierra, alias ‘Wicho’ y a Fernando 
Andrade, alias ‘El Lanero’, que asesinaron y desaparecieron a cinco 
personas de El Prado.
Sin embargo, Isabel López* aún no canta 
victoria, pues su situación sigue siendo la misma desde hace casi diez 
años. A pesar de poseer un lote que vale millones de pesos, vive en una 
casa de lata en Bosconia, vendiendo empanadas y jugos en los buses 
intermunicipales que paran en la ciudad.
Por eso dice con rabia y
 orgullo, “cuando digo que algo es mío, es mío, es mío y no voy a dejar 
de combatir hasta que me lo devuelvan”.
*Los nombres 
de  los desplazados de El Prado y Mechoacán con los que 
VerdadAbierta.com habló fueron cambiados por razones de seguridad.
Fuente: verdadabierta.com 





 
 


















 
0 Response to "Carbón y sangre en las tierras de ‘Jorge 40’"