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Unidas en el «Triatlón por la vida del Darién» más de un centenar de personas relacionadas con organizaciones de derechos humanos viajamos a la región del Bajo Atrato para hacer un reconocimiento a la región amenazada por el macroproyecto de la Transversal de las Américas, una vía terrestre de 62 kilómetros que planea unir a Panamá con Colombia por el llamado Tapón del Darién, atravesando el Parque Nacional Los Katíos. La convocatoria surgió de la Red de Alternativas a la Impunidad, las Comunidades de Autodeterminación y Dignidad de Cacarica (CAVIDA), la comunidad indígena wownaan de Juin Phubuur, el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) y la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz.

Escrito por Oriol Segon
El evento empezó el 14 de junio en Medellín, donde medio centenar de personas recorrieron en bicicleta el trayecto hasta Turbo, compartiendo experiencias de resistencia de algunas de las comunidades que había en el camino.

Después de permanecer más de una semana en la región donde se planea la construcción de la carretera pudimos constatar que esa zona chocoana es una de las áreas con mayor y más rica biodiversidad del mundo con sus bosques húmedos de excepcional abundancia en plantas, aves, anfibios y mariposas. Es importante también la pluralidad de comunidades que en ella habitan —campesinas, afrodescendientes e indígenas— y que resisten históricamente la presión del Estado y las empresas multinacionales interesadas en la región por su importancia geoestratégica, sus recursos naturales y por su potencial económico al ser tierras propensas a la siembra de monocultivos. Ante esa situación, las comunidades reivindican la permanencia en sus tierras y su libre desarrollo.

Megaproyectos en la selva
De nuevo los pueblos indígenas, campesinos y afros ven amenazada su supervivencia por macroproyectos que no les son propios, como en este caso la Transversal de las Américas. Los gobiernos de la IIRSA (Iniciativa de Integración de la Infraestructura de Sudamérica), entre ellos el colombiano, tratan de dar luz verde a la continuación de la Carretera Panamericana bajo el pretexto del desarrollo y la libre movilidad de sus habitantes. Los beneficiarios del proyecto serían, en realidad, las grandes empresas y no la mayoría de la población ya que se tiene mucho más en cuenta la importación y exportación de mercancías que el libre tránsito de las personas.

El proyecto de la Tranversal atraviesa el Parque Nacional de los Katíos (declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en Peligro en el año 2009). Por otro lado hay que contemplar que se derivarían otros proyectos conflictivos ya que las posibilidades de explotación de los recursos naturales se multiplicarían y la zona se abriría al turismo, potenciando el daño ambiental. El impacto social sería fatal ya que son poblaciones que mantienen en gran parte su forma de vida lejos de la lógica occidental basada en la generación de constantes beneficios económicos sin tener en cuenta las repercusiones medioambientales y los costos sociales. En ese entorno la carretera es sinónimo de destrucción.
Compartiendo experiencias en Cacarica y Juin Phubuur
Compartiendo nuestros días con las comunidades comprendimos sus reivindicaciones. Conocimos a la comunidad afrodescendiente de Nueva Esperanza en Dios, en la cuenca del río Cacarica. Esa comunidad fue desplazada y duramente golpeada por el Estado colombiano y sus redes de barbarie, llegando al punto crítico en el año 1997 cuando la Brigada XVII del Ejército Nacional, en cabeza del general Rito Alejo del Río, despojó con terror a más de 10.000 habitantes de la región. En una operación conjunta con grupos paramilitares los agresores tenían el interés del expolio de esas tierras y combinaron el bombardeo, la quema de casas, el bloqueo económico y las desapariciones forzadas.

Con un gesto de valentía y de reivindicación de sus tierras decidieron volver a la región del Cacarica cinco años después y crear la Zona Humanitaria de Nueva Esperanza en Dios, estableciendo una forma autónoma de vivir. Las comunidades de CAVIDA, organizadas en Zonas Humanitarias y haciendo uso de la resistencia civil, definen perímetros delimitados simbólicamente por la “malla de la vida” donde no se permite el acceso a actores armados, evitando así cualquier clase de injerencia. Después de trece años siguen exigiendo vida, libertad, justicia, fraternidad y solidaridad.

Tras medio día de camino por senderos embarrados en dirección a Panamá llegamos a la comunidad indígena de Juin Phubuur. El pueblo embera-wownaan conserva muchas de sus tradiciones ancestrales y sigue nutriéndose de la naturaleza con respeto y con la voluntad de preservarla. Las comunidades indígenas de la zona se oponen a ver destruida su forma de subsistencia con la construcción de una carretera que, aparte de ser desproporcionada, generaría un impacto irreversible. Éstas se verían obligadas a cambiar su forma ancestral de vida aproximándose cada vez más al sistema homogeneizador capitalista.

De vuelta a Nueva Esperanza, tras llegar a Palo de Letras, los participantes del evento pudimos compartir nuestras experiencias de resistencia y participar en una consulta previa convocada por los organizadores —derecho reconocido a las comunidades y olvidado por el Estado— que preguntaba a los habitantes de la región su posición frente al macroproyecto que les amenaza. El consenso por el “No a la carretera” fue total.

¿Cuándo nos daremos cuenta de lo valiosas que son las comunidades indígenas que tienen todo el derecho del mundo a su libre desarrollo sin injerencia? ¿Cuándo nos daremos cuenta de lo enfermos que estamos como sociedad?

Para los visitantes que participamos en el Triatlón fue esperanzador encontrar espacios de resistencia y autonomía. Por ahora permanecer autónomamente en las comunidades del Darién es un sueño y una realidad al mismo tiempo.

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