Zaragoza es uno de los pocos lugares donde 40 toneladas de oro se 
convirtieron en  sinónimo de pobreza y miseria. Esto, a pesar de que un 
solo gramo del metal dorado hoy cueste $76.000. Es que Zaragoza, y 
especialmente el río Dagua, vivieron una pandemia de la que muy pocas 
zonas en el mundo han logrado recuperarse: la fiebre dorada.
Esta enfermedad, que acabó con zonas como California en EE.UU. o un 
amplio margen del estado de Amazona en Brasil, llegó a mediados de marzo
 del año pasado a este caserío, un corregimiento perteneciente a 
Buenaventura y que esta compuesto por humildes casas ubicadas a un 
costado de la carretera que comunica a Cali con el puerto más importante
 de Colombia.
El lugar se  encuentra atravesado por el río Dagua, afluente que 
tiene la distancia entre Cali y Palmira  de largo y desemboca en la 
bahía de Buenaventura. Según cuentan sus pocos habitantes, en la zona se
 vivía de los cultivos de chontaduro, platano y papa sembrados a orillas
 del río, algunos se dedicaban a la pesca y otros ganaban dinero con 
pequeños negocios que tenían como sus principales clientes a las miles 
de personas que transitan la carretera y los turistas que van a las 
reservas naturales aledañas a la zona.
Pero cuando la fiebre aumentó y la enfermedad se convirtió en 
Pandemia, contagió a personas de Chocó, Antioquia, Nariño, Huila y de 
cualquier lugar de Colombia donde hubiera alguien que viera en el oro 
una oportunidad de negocio. Ni el Dagua ni Zaragoza volvieron a ser los 
mismos.
Más de 8.000 personas llegaron deslumbrados por las leyendas que 
hablaban de que en las tierras del  río Dagua salían libras de oro, que 
una persona de la zona en sólo una semana había conseguido el oro 
suficiente para comprar una casa,  una camioneta y una moto y  se decía 
que en muchas de las poblaciones aledañas el Whisky se había vuelto 
común en muchas fiestas.
El oro empezó a correr,  pero de su mano y muy sigilosamente  también
 empezaba a caminar la miseria. El rió Dagua empezó a parecerse a un 
trozo de  queso agujereado por todas partes. Los 8.000 contagiados, 
ayudados de picos, palas y bateas, perforaban las entrañas del río en 
busca del preciado metal.
El oro seguía saliendo y los fajos de dinero de los compradores del 
metal se veían por todas partes, pero se seguían viendo las mismas 
humildes casas, pero ahora acompañadas de cambuches hechos con madera y 
plástico verde a un costado del río.
Para algunos el oro es sinónimo de muerte. En la zona, oficialmente 
se habla de que se han cometido 25 asesinatos por disputas de tierras, 
riñas o robos, sin embargo en Zaragoza dicen que los muertos son más de 
35. Y como todo ser viviente, el río quizás quiso defenderse con 
avalanchas de agua y derrumbes, métodos de defensa que le quitaron la 
vida a 60 personas.
A los pocos meses las entrañas del río ya no eran suficientes y la 
cantidad de  metal empezó a disminuir. La consigna ahora era ir al 
corazón del río, escarbar entre 15 y 18 metros y perforar en  sus 
orillas a toda costa. No importaba las plataneras ni el chontaduro, 
porque el oro podía comprar todo.
Así fue como a la zona llegaron aproximadamente 236 retroexcavadoras 
que hicieron metástasis  a lo largo y ancho del río y poco a poco se 
fueron devorando el corazón y por ende la vida del río Dagua. El oro 
volvió a correr, pero con el paso de los meses la miseria ambiental 
también.
Los contagiados y sus máquinas, argumentando hambre y desempleo, se 
carcomieron casi la totalidad del Dagua. Pero como cualquier pandemia, 
su rápida propagación es una de sus características. 
Así fue como algunas personas y máquinas empezaron a trasladarse a  
las reservas naturales de San Cipriano, Anchicaya y el río Sabaletas. 
Entonces, sólo 11 meses después de la enfermedad, el Gobierno Nacional 
intervino y ordeno el desalojo de la maquinaria.
Hoy, muchas personas siguen buscando oro en la zona y aún quedan 
algunas retroexcavadoras escondidas a lo largo del río. Y aunque se 
calcula que en un solo año de explotación se sacó el equivalente a $2,1 
billones de pesos, nadie en la zona sabe dónde está este dinero.
Buenaventura, dicen sus gobernantes, no ha recibido ni el 5% de las 
regalías que le corresponderían y con lo cual se hubiera podido pagar el
 total de su deuda externa.
Lo único claro es que hoy el Dagua parece que hubiera sufrido un 
bombardeo, los cultivos  y los peces ya no se ven en la zona, se 
mantienen las mismas casas humildes y las 40 toneladas de oro que se han
 sacado de la zona no alcanzaron para que la gran mayoría de los 
enfermos con la fiebre dorada superar el desempleo y el hambre.
 





 
 


















 
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