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Publicado por
Madre Tierra
 
 Drummond ha sido autorizada para explotar una 
gigantesca mina que convertirá a Colombia en potencia carbonera. Varios 
pueblos serán trasladados parcialmente y se pavimentarán vías por todo 
el Cesar. Pero también hay problemas.
Drummond ha sido autorizada para explotar una 
gigantesca mina que convertirá a Colombia en potencia carbonera. Varios 
pueblos serán trasladados parcialmente y se pavimentarán vías por todo 
el Cesar. Pero también hay problemas.  
Sábado 16 Agosto 2008
Drummond
 tendrá 47.000 hectáreas para extraer carbón en Cesar. Allí también 
operan empresas como Glencore y Coalcorp, a las que también le 
establecieron compromisos como la pavimentación de vías. 
Todo
 lo que tiene que ver con la explotación de la mina de carbón El 
Descanso en el departamento de Cesar es de proporciones astronómicas. Se
 trata de uno de los proyectos a cielo abierto más extensos del mundo, 
junto con El Cerrejón, en La Guajira, lo que va a poner al país entre 
los tres mayores exportadores de carbón del planeta en cinco años.
El
 gobierno colombiano acaba de darle vía libre a la explotación de esta 
mina, por medio de una licencia ambiental que tiene exigentes 
requisitos, no sólo para la multinacional Drummond, sino para un grupo 
de empresas que explota carbón en esa zona. La decisión está rodeada de 
polémica por el enorme impacto económico y social del proyecto. 
El
 Descanso mide 27.000 hectáreas que, sumadas al resto de los terrenos de
 Drummond en Cesar -como la mina de la Loma-, da un campo de explotación
 de 47.000 hectáreas, un tamaño igual a la tercera parte de Bogotá. Allí
 hay 1.700 millones de toneladas en reservas. Si todas las compañías que
 explotan carbón en Colombia sólo se dedicaran a este proyecto, se irían
 25 años para extraer esos recursos. A la Drummond esta mina le da para 
'entretenerse' por lo menos otros 60 años. Por eso, la firma ya anunció 
inversiones por 1.500 millones de dólares para poder cumplir su plan de 
expansión. 
Las 
implicaciones comerciales y sociales del carbón hoy son inmensas para 
Colombia, que ya tiene las mayores reservas de Latinoamérica. El país 
produjo el año pasado 70 millones de toneladas y, de cumplirse todos los
 planes de expansión de las compañías carboníferas, pasará fácilmente a 
170 millones de toneladas antes de 2014. El mercado internacional está 
hoy dominado por Indonesia, Australia y Rusia. La buena noticia es que 
Colombia se va a trepar al tercer lugar de ese ranking. 
Pero
 esta historia no es sólo color rosa. Tiene una cara menos amable. La 
explotación minera, especialmente en la zona de Cesar, ha desencadenado 
un dramático contraste: miles de millones de pesos en regalías, 
inversión y utilidades, pero al mismo tiempo cientos de personas 
sumergidas en la miseria, los malos manejos administrativos y la 
contaminación ambiental. Sólo un botón de muestra: el año pasado, los 
habitantes de la Jagua de Ibirico se lanzaron a una asonada para 
protestar por las malas condiciones de vida en su municipio. Al 
presidente Uribe le tocó ir a ponerle el pecho al problema. 
Para
 muchos, es en este contexto en el que hay que ver el proyecto de El 
Descanso y por ello el Ministerio de Medio Ambiente impuso obligaciones 
bastante gravosas a todas las compañías que explotan carbón en ese 
departamento. 
El Ministerio 
aplicó un nuevo criterio llamado de "integralidad" para definir las 
condiciones de la licencia. Esto quiere decir que el compromiso va mas 
allá de la obligación de no contaminar y mitigar los impactos 
ambientales, implica ayudar a reducir la contaminación general que se da
 por la actividad minera en la región. 
Por
 ejemplo, aunque Drummond transporta su carbón por tren, tendrá que 
pavimentar parte de la vía del Carbón, una carretera de unos 40 
kilómetros que hoy está destapada y que utilizan otras compañías para 
llevar semanalmente toneladas del producto en miles de camiones hasta 
los puertos. Los índices de contaminación del aire por esta carretera 
están disparados desde hace años. 
Otro
 de los requisitos más importantes es que antes de dos años, 2.500 
personas que viven en el centro de Cesar y se ven afectadas por la 
explotación del carbón, deberán ser reubicadas. Allí hay habitantes de 
los municipios de El Paso, La Jagua, Becerril y Chiriguaná. 
Esta
 es una tarea titánica que ha ocurrido muy pocas veces en el país. Hace 
30 años se trasladaron 13.000 personas de El Peñol, en Antioquia, por la
 construcción de la represa que ahora lleva ese nombre. Lo mismo ocurrió
 con el municipio de Guatavita y el embalse de Tominé. 
En
 este caso, será la primera vez que una reubicación masiva estará en 
manos de un grupo de empresas carboneras que, a decir verdad, no cuenta 
con buen prestigio entre la población que va a reubicar. Los retos del 
traslado son enormes, pues no se trata simplemente de comprar predios, 
sino de remendar las heridas que la explotación del carbón ha abierto en
 la región. La negociación será muy dura. 
El
 alcalde de La Jagua de Ibirico, Alfonso Palacio, recordó la asonada del
 año pasado en su municipio y aseguró que "las compañías carboneras de 
Cesar tienen una deuda social, ambiental y laboral con los habitantes de
 la región". Para él, la reubicación de la población tiene que ser 
completamente concertada, no sólo con los habitantes, sino también con 
las autoridades, pues "hemos hecho inversiones en escuelas, restaurantes
 escolares, infraestructura y redes eléctricas, que no se las vamos 
ahora a dejar a Drummond". Todo indica que los habitantes de la región 
exigirán muchas cosas. 
Las 
compañías están obligadas igualmente a hacer un estudio epidemiológico y
 a pagar los tratamientos médicos de aquellas personas que se confirme 
resultaron afectadas por la explotación carbonera en la zona. 
En
 materia de infraestructura, Drummond deberá construir una banda 
transportadora de 3,5 kilómetros sobre el mar y un canal para la entrada
 de buques de gran calado, con el objetivo de hacer el cargue directo, 
lo que reducirá la contaminación. Así mismo, un área equivalente a la 
tercera parte de Medellín, es decir, 12.000 hectáreas afectadas por la 
explotación minera. 
La 
viceministra de Medio Ambiente, Claudia Mora, explicó que la licencia 
tiene una trascendencia histórica, por la clase de compromisos que le 
fueron asignados a la compañía y por su enfoque integral. 
"Aquí
 el asunto no es cuáles son las obligaciones de cada compañía por 
separado, sino cómo contribuyen en conjunto para que realmente mejore la
 situación ambiental de esa región que fue declarada zona de fuente de 
contaminación", explicó. Por eso, temas fundamentales como la 
pavimentación de la carretera, el traslado de las 2.500 personas y el 
estudio epidemiológico correrán por cuenta de todas las firmas. Allí 
están igualmente Glencore, CoalCorp y otras compañías. 
Aunque
 la licencia reglamenta la explotación de la mina El Descanso, incluye 
obligaciones para otras empresas que tienen licencias ambientales 
completamente distintas. Una fuente del sector señaló que resulta un 
contrasentido jurídico: si quisieran apretar a todos, pues deberían 
haber reformado esas licencias ambientales y no utilizar una de la 
Drummond, para poner contra la pared a todas. La discusión es tan 
importante, que la aprobación de la licencia ambiental demoró tres años,
 lo que no había ocurrido hasta el momento en ninguno de estos procesos.
 
El negocio del carbón tiene 
de bueno y de malo, según el lente con que se mire. Por un lado, hay que
 reconocer que este producto es una fuente de desarrollo para el país, y
 la aprobación del proyecto de El Descanso así lo ratifica, más aun 
cuando los precios del producto están en sus máximos históricos, entre 
120 y 130 dólares la tonelada. Pero, por otra parte, la población de esa
 zona tiene las alertas encendidas frente al crecimiento de la 
explotación carbonífera y su impacto ambiental y social. El gran desafío
 es si se podrá conciliar los intereses, a veces encontrados, del 
gobierno, las empresas y las comunidades. 
 
 
 
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